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Estudio Biblico
La Carta a la Iglesia de Sardis
Autor
Teólogo: Cruz Monasterio
Estudio Biblico
Tema: La Carta a la Iglesia de Sardis
Texto: "Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas dice esto." (Ap. 3:1)
Introducción
"Lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga." El Señor instruye a su Iglesia, y la exhorta a continuar en su fidelidad, y a que sigan guardando el testimonio de la sana doctrina; y a eliminar las fiestas paganas con su inmoralidad consecuente.
"Al que venciere y guardare mis obras." Al cristiano victorioso se le ha prometido que si guarda las obras de Cristo con sus mandamientos y siga eufórico, no aceptando la enseñanza de la falsa profetisa Jezabel.
Autoridad sobre las naciones. El Señor les ha prometido a sus discípulos que heredarán la tierra. (Mat. 5:5). Bienaventurados los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad. El Señor les prometió a los doce apóstoles que en el nuevo mundo se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. (Mat. 19:28; Luc. 22:39).
División
El Señor Jesucristo va a compartir el gobierno milenial con sus Santos sobre las naciones. El apóstol Pablo afirma que los "Santos juzgarán al mundo". (1 Cor. 6:2).
El apóstol Juan aporta la interpretación premilenial y observa el cumplimiento de esta promesa en el reino Mesiánico temporal. (Ap. 19:11-16).
"Las regirá con vara de hierro" En su segunda venida con sus Santos, destruye a todos los poderes hostiles y recalcitrantes, estas palabras explican el poder del conquistador sobre las naciones.
La Iglesia esposa del cordero, recibe la promesa de que compartirá las funciones del mismo Cristo: "las quebrantaras con vara de hierro; como vasija de alfarero las desmenuzaras". (Sal. 2:9). "Él las regirá con vara de hierro". (Ap. 12:5; 19:15).
"Como también yo la recibí de mi Padre." El gobierno victorioso del Mesías es un regalo otorgado a Él por su Padre, en virtud de sus sufrimientos, muerte y resurrección. (Fil. 2:9-11).
"Le daré la estrella de la mañana." Esta es una promesa de la gloria que será concedida al vencedor. Daniel. 12:3. “Los que enseñan la justicia a la multitud"; brillarán como las estrellas a perpetua eternidad”. Y se añade en Job. 38: 7. ¿Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?
El apóstol Juan en su narrativa en (Apocalipsis. 22:16.) "Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana".
"Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir." El Señor le habla a la Iglesia de Sardis a través de una admonición y una metáfora: en la ciudad había una acrópolis inexpugnable que nunca había sido tomado por el enemigo; mas sin embargo dos veces en la historia de la ciudad, la acrópolis había sido tomada por sorpresa a causa de la falta de vigilancia por parte de sus defensores. Esta advertencia le sugiere a la Iglesia que no carecía totalmente de esperanza.
No era demasiado tarde para que la Iglesia despertara del letargo espiritual. Aún quedaba un residuo de vida que podía ser reavivado. Pero, a menos que ocurriera un avivamiento, este pequeño remanente también caería en la muerte espiritual.
"No he hallado tus obras perfectas delante de Dios." Esta congregación cristiana era bien conocida por su actividad y vigor; era notorio por sus buenas obras que los hombres observaban. Pero delante de Dios eran condenadas por ser imperfectas, incompletas e inadecuadas.
La Iglesia no presentaba ni perturbación, ni persecución, ni tenía problemas con las herejías, no mostraba síntomas de aflicción ni oposición de parte de los judíos. Pero a la vista de Dios, todas las actividades religiosas eran un fracaso, porque eran solo formales y externas y no fluidas por el Espíritu Santo que es el que da vida.
Esta congregación cristiana era un ejemplo perfecto de cristianismo puramente nominal. Que se destaca en todos los aspectos exteriores y formales, pero que a la vista de Dios es un completo fracaso.
"Acuérdate pues de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete." El Señor Elogia a la Iglesia y le dice: trae a la memoria tu primera experiencia de amor y devoción hacia mí, y le reconoce que le da un elemento fiel, y llama a la misma a recordar los primeros días cuando recibieron el Evangelio, para que se mantengan firmes en su devoción primitiva y se arrepientan de la indiferencia en la cual habían caído.
"Sino velas, vendré sobre ti como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti." Este contexto no está relacionado necesariamente con el regreso del Señor, la advertencia se adecua más bien a una visitación cuando el Señor traerá sobre una Iglesia aletargada, una inesperada experiencia que signifique un juicio divino. Esta visitación está condicionada al fracaso de la Iglesia para arrepentirse.
Conclusión
"Pero tienes unas pocas personas en Sardis." El adormecimiento espiritual de la Iglesia no era universal; quedaban unas pocas personas que mantenían su lealtad a Cristo.
"Que no han manchado sus vestiduras." El letargo espiritual de los cristianos de Sardis, se debía a la perniciosa influencia del ambiente pagano. La indiferencia espiritual se debió a que los cristianos, aunque mantenían exteriormente sus buenas obras y sus actividades cristianas deseaban adaptarse al lujo y los placeres de su ambiente pagano. (Stg. 4:4).
"Andarán conmigo en vestiduras blancas." Es la promesa del Señor para el creyente victorioso en el reino Mesiánico, cuando aquellos que hayan permanecidos fieles en una sociedad pagana y corrupta experimenten la consumación de la comunión con el Señor. (Sal. 104:2; Ap. 7:9-13).
"No borraré su nombre del libro de la vida." No es una metáfora el libro de la vida que está en la presencia de Dios, el cual contiene los nombres de los Santos, y se menciona con frecuencia en la palabra. (Exo. 32:32; Sal. 69:28; Luc. 10:20; Fil. 4:3; Heb. 12:27; Ap. 13:8; 17:8; 20:12-15; 21:27).
"Confesaré su nombre delante de mi padre y delante de sus ángeles." Estas palabras son un “Eco”, de la promesa de Jesús a sus discípulos: “a cualquiera pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos”. (Mat. 10:32; Luc. 12:8).
