El Triunfo Mesiánico
Autor
Teólogo: Cruz Monasterio
Titulo: El Triunfo Mesiánico
Texto: Ap 20:1; “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.”)
Introducción
Habiendo Relatado la destrucción del Anticristo, Juan relata ahora la derrota y destrucción del amo de la bestia, el mismo Satanás. Esto ocurre en dos etapas diferentes. Primero, Satanás es atado y encerrado en el abismo; la primera resurrección tiene lugar y los santos resucitados se unen a Cristo en su reino mesiánico de mil años. Al fin de este reinado parcial, Satanás es desatado de su prisión y encuentra que los corazones de los hombres sobre los cuales Cristo ha reinado aún responden a sus seducciones. Los engaña nuevamente y los reúne en una segunda batalla contra Cristo. Después de su derrota, Satanás es echado en la Gehena donde están la bestia y el falso profeta; luego tiene lugar (la segunda resurrección, porque los muertos están delante del trono de Dios en el juicio final.) Los malvados se unen al Anticristo y Satanás el Gehena, y los justos entran en el estado final de bienaventuranza en el nuevo cielo y la nueva tierra. La interpretación de este capítulo ha sido una fuente de gran debate y aun conflicto en la iglesia. Los sistemas de escatología a menudo han sido identificados de acuerdo a la forma en que tratan la cuestión del milenio, el reinado de Cristo por mil años.
Este criterio que acabamos de estudiar lo Llamaremos Premilenialismo: Según esta doctrina el Señor Jesucristo volverá por Segunda Vez antes del Milenio. Esta es la posición doctrinal utilizada en este estudio.
Un criterio postmilenial ha sido popular entre los intérpretes de la escuela histórica, quienes ven en el Apocalipsis una profecía del curso de la historia aquí en la tierra.
Posmilenialismo: Es la doctrina que afirma que Jesucristo volverá por segunda vez después del milenio. Premilenialismo: Significa que el regreso de Cristo no ocurrirá hasta que el reino de Dios haya sido establecido por la iglesia en la historia humana. Según este criterio, el capítulo 19 no describe la venida de Cristo, sino que es una forma muy simbólica de describir el triunfo de los principios cristianos en los asuntos humanos y el triunfo de Cristo por medio de su iglesia. Después de esta "edad dorada", Cristo volverá a levantar a los muertos, a juzgar al mundo y a instalar el nuevo orden eterno.
Amilenialismo: Es el término usado para describir el criterio de aquellos que no esperan un reino Milenial de Cristo, sea antes o después de su segunda venida. Esta forma de interpretar Apocalipsis 20 implica el principio de la recapitulación, o sea que la estructura del Apocalipsis no relata hechos consecutivos, sino que frecuentemente cubre el mismo campo desde diferentes perspectivas. Los intérpretes de este punto de vista a menudo identifican la atadura de Satanás y su encarcelamiento en el abismo con la victoria sobre él cumplida por nuestro Señor en su ministerio terrenal. Es claro que los Evangelios representan a Jesús como si hubiera atado a Satanás (Mat. 12:29; “Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.”) y lo hubiera arrojado de su sede de poder (Luc. 10:18; “Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.”) y esta victoria sobre Satanás se refleja en el Apocalipsis (véase la nota sobre 12:9; “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.”), si la atadura de Satanás en Apocalipsis 20 es la misma que en Mateo 12 es un hecho escatológico, es una cuestión discutible.
Los amilenialistas: Generalmente entienden la "primera resurrección" en una de dos formas diferentes. Algunos ven aquí la resurrección para vida eterna, lo que es una realidad espiritual que llega a cada creyente cuando se convierte (Jn. 5:25; “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.” (Efe 2:5-6; “Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”). El reinado de Cristo con sus santos es ya el reino de Cristo manifestado en la historia a través de la iglesia, o el reinado espiritual de los creyentes con Cristo "en lugares celestiales" (Efe. 2:6; “Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.”). El período de mil años no es historia literal; es un número simbólico coexistente con la historia de la iglesia en la tierra entre la resurrección de Cristo y su retorno. Una interpretación amilenial diferente entiende la resurrección y el reinado de los santos con Cristo representando el destino de los mártires. Aunque fueron muertos, los mártires no mueren realmente. De hecho, viven y reinan con Cristo en el cielo. El "milenio" es la era de la iglesia cuando los santos mártires reinarán con Cristo en el cielo esperando la resurrección. Premilenialismo es el criterio de que Apocalipsis 20 es totalmente escatológico. La venida de Cristo será seguida por la atadura de Satanás y la resurrección de los santos que se unirán con El en un reino temporal cuando El reine sobre la tierra. El reino Milenial terminará con una última rebelión y el juicio final. Una variante del premilenialismo es el dispensacionalismo, que ve al reino premilenial primariamente en términos de las promesas teocráticas de Dios a Israel.
Todo el libro del Apocalipsis es interpretado en términos de estas presuposiciones dispensacionalistas y trata del destino de Israel restaurado en los últimos días y no de la iglesia. En muchos círculos, la única forma de premilenialismo conocida es el dispensacionalismo. La forma de premilenialismo que ve el Apocalipsis como una profecía del destino de la iglesia no es muy común hoy, pero es la teología expuesta en este comentario. Un asunto clave en nuestra comprensión del milenio es si el capítulo 20 presenta una recapitulación, comenzando desde el fin y que abarca toda la historia de la iglesia. En el capítulo 12, es indiscutiblemente claro que el pasaje vuelve la mirada al nacimiento del Mesías. Sin embargo, en este pasaje, no se encuentra una indicación tal. Por el contrario, los capítulos 18 y 20 parecen presentar una serie conectada de visiones. El capítulo 18 habla de la destrucción de Babilonia; el capítulo 19 habla de la destrucción de la bestia y el falso profeta y el capítulo 20 nos relata la destrucción del mismo Satanás, una destrucción que es cumplida en dos etapas.
El Anticristo, el falso profeta y Satanás: Forman un triunvirato maligno y están estrechamente ligados en el capítulo 13 (véase también 16:13, donde se mencionan juntos en su solo versículo). (4) La atadura de Satanás, la resurrección y el reino Milenial (Ap 20:1-6) Versículo 1. Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. Este abismo es aquel de donde salieron las langostas demoníacas para torturar a los hombres (Ap 9:1-6). En esa visión un ángel tenía las llaves del abismo que usaba para abrirlo y liberar a las langostas demoníacas. El abismo es también la morada de la bestia desde donde sube a la tierra" (Ap 11:7; “Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará.”) Véase nuestra nota sobre Ap 9:1; “El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo.”). En este caso, Satanás es atado y encarcelado en el abismo. Por supuesto, éste es un lenguaje simbólico que describe una quiebra radical del poder y actividades de Satanás.
Versículo 2. ("Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás.") Satanás es identificado aquí por el mismo complejo de nombres de (Ap 12:9; “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.”) Este evento describe el derribamiento anterior de Satanás. Es difícil entender los mil años en que estuvo atado en forma estrictamente literal en vista del obvio uso simbólico de los números en el Apocalipsis. Mil equivale a diez a la tercera potencia, un tiempo ideal. Si bien no necesitamos tomarlo literalmente, los mil parecen representar un período real de años terrestres o kronos.
Versículo 3. El significado de esta atadura y encarcelamiento es que no engañase más a las naciones durante el período Milenial. La idea del engaño a las naciones reaparece después que Satanás es liberado (Ap 20:8; “Y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar.”); reúne a las naciones una vez más en una nueva revuelta contra el Mesías, como la rebelión que ya ha ocurrido bajo el Anticristo. (Ap 13:14; “Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.” (Ap 16:14; “Pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.”). Esto sugiere que esta atadura es distinta de la atadura de Satanás realizada por nuestro Señor en su ministerio terrenal; la última tenía especial referencia al exorcismo de demonios por el cual los individuos eran liberados de la atadura satánica (Mat. 12:28-29; “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.”). Debemos recordar que la misma idea de atar a Satanás es una forma simbólica de describir una disminución de su poder y actividad; no significa su inmovilidad total.
Su encarcelamiento en el abismo no significa que todas sus actividades y poder son anulados, sino sólo que ya no puede engañar a las naciones como lo ha hecho durante la historia humana y guiarlas a una agresión activa contra los santos durante los mil años. La mención de las naciones provoca una cuestión difícil. Uno puede suponer, a partir de los capítulos precedentes del Apocalipsis, que la totalidad de la humanidad ha sido envuelta en la lucha entre Cristo y el Anticristo. En los días del Anticristo, Satanás, el gran engañador (Ap 12:9) sedujo a los "reyes de la tierra" por el encanto y brillo de Babilonia para que dieran su lealtad al representante de Satanás.
(Ap 16:12-14; “El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.”)
(Ap 17:2; “Con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación.”) (18:3-9; “Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites. Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades. Dadle a ella como ella os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble. Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y llanto; porque dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no veré llanto; por lo cual en un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga. Y los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio.”).
Uno podría suponer que este engaño satánico abarcó a todas las naciones de la tierra, incluyendo tanto a sus reyes como a los súbditos. Ahora, sin embargo, parece claro que los "reyes de la tierra" representan un número selecto que ha apoyado al Anticristo. Aparentemente quedan naciones fuera del ámbito de esta lucha que son liberadas del engaño satánico. La atadura de Satanás no es un castigo sino precaución; después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo. Después que el propósito del reino Milenial de Cristo se haya cumplido, Satanás debe ser liberado para salir a engañar a las naciones. Estas palabras son difíciles de entender si son aplicadas a la atadura de Satanás por parte de nuestro Señor en su ministerio terrenal. La victoria que El ganó sobre Satanás fue ganada de una vez para siempre. Satanás nunca será liberado de la atadura a Cristo, obtenida por su muerte y resurrección.
Versículo 4. ("Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos.") Este es un versículo muy difícil. La cuestión es: ¿cuántos grupos ve Juan? Muchos intérpretes reconocen sólo un grupo y limitan esta "primera resurrección" a los mártires, afirmando que Dios tiene una bendición especial para aquellos que han muerto a causa de guardar fielmente el testimonio de Jesús. El lenguaje sugiere dos grupos diferentes: un grupo a quien fue dado el juicio y un grupo menor, que son los mártires de la gran tribulación. En griego, el lenguaje es totalmente antigramatical, lo que lleva a Charles a tratar la primera frase como si fuera defectuosa. Sin embargo, bien puede ser que Juan realmente divisó dos grupos: un grupo mayor de todos los santos y luego un grupo menor los mártires a los cuales distingue para una atención especial. Esto concordaría con la teología bíblica como un todo, la cual da a los santos una parte en el gobierno escatológico de Cristo. Cristo mismo había prometido por medio de Juan el profeta una parte en su trono a todos los que vencieran (Ap 3:21; “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”) y no encontramos razón para limitar esta promesa a los mártires. Es una promesa a todos los creyentes triunfantes.
La promesa en (Ap 2:26; fue dada: "Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero, como yo también la he recibido de mi Padre.") Aquí se hace otra vez una clara promesa de que los santos compartirán la autoridad y gobierno de Cristo. La promesa de reinar con Cristo como rey es repetida en (Ap 5:9-10; y es dirigida a todos los santos: "Nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra" Los santos constituyen un reino no porque sean la gente sobre la cual Cristo reina, sino porque comparten su reinado.
La visión de Daniel del Hijo del Hombre: No sólo alcanza al trono de Dios sino una pluralidad de tronos (Dan 7:9), y esto significa que "el reino, y el dominio y la majestad de los reinos... sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán" (Dan 7:27). Jesús prometió a sus discípulos: "De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel" (Mat. 19:28). Pablo dice, sin explicación: "¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?" (1 Cor 6:2).
El verbo "juzgar" (krino) puede tener el significado más amplio de "gobernar" 3 y este es probablemente el significado en (1 Cor 6:2-4; “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida? Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia?”) En el Apocalipsis, el significado del juicio dado a los que están sentados sobre tronos es descrito más en la última frase del v. 2: "vivieron y reinaron con Cristo mil años" Muchos comentaristas enfatizan la declaración, "Vi las almas de los decapitados", insistiendo que el pasaje tiene referencia al destino de los mártires en el estado intermedio más que a la resurrección. El alma de los mártires ya ha aparecido en el Apocalipsis. En la apertura del quinto sello, Juan vio las almas de los mártires bajo el altar (6:9ss), haciendo la pregunta:" ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?" Se les dijo que descansaran un poco más hasta que el número de sus consiervos estuviera completo. Ahora Juan vuelve a ver las almas de los mártires, pero inmediatamente agrega que "revivieron" Esta es la palabra más importante en todo el pasaje. El exégeta debe decidir si significa resurrección o no y en base a esa decisión determinará cómo interpreta todo el pasaje. Este comentarista está convencido de que significa resurrección y por esa razón no puede enfatizarse la declaración de que Juan vio las almas de los mártires. Algunos comentaristas ven tres grupos en este pasaje: los santos en general (los que están en los tronos), los mártires (los decapitados) y los santos vivientes (aquellos que no adoraron a la bestia ni recibieron su marca). Es un hecho que el lenguaje del texto griego es irregular y podría permitir tal interpretación. "Almas" está en caso acusativo y la frase siguiente los que no habían adorado a la bestia está en nominativo. Pero Juan no se preocupa del estilo gramatical y escribe los casos oblicuos con un nominativo. Además, la declaración "revivieron" domina ambos grupos y no puede ser aplicada a los santos vivientes. La frase "el testimonio de Jesús" es difícil de interpretar.
Véase el relato en Ap 19:10. A menudo esta expresión en Juan es un genitivo subjetivo y se refiere al testimonio que Jesús dio de la salvación de Dios y que sus seguidores aceptaron (véase 1:2-9). En este pasaje, como en 19:10, el genitivo objetivo se adecúa mejor al contexto. Los santos fieles han sido decapitados a causa del testimonio que han dado de Jesucristo. La frase "revivieron" es la traducción de la palabra griega ezesanl.
El punto crucial de todo el problema exegético es el significado de esta palabra. Es verdad que la palabra puede significar la entrada a la vida espiritual (Jn. 5:25), pero no es usada para alguna "resurrección espiritual" de las almas de los justos en la muerte. Sin embargo, la palabra es usada para la resurrección corporal (Jn. 11:25; Rom. 14:9; Ap. 1:18; “Y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.” 2:8; “Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto.” 13:14; “Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.”) Y la mayoría de los comentaristas admiten que este es el significado en el versículo 5; "Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años". Si ezesanl en el v. 4 designa la vida espiritual en la conversión o la vida después de la muerte en el estado intermedio, nos vemos enfrentados con el problema de la misma palabra usada en un mismo contexto con dos significados totalmente distintos, sin indicación alguna del cambio de sentido. No puede objetarse sobre la base de que no es posible hablar de una realidad espiritual, y una literal en el mismo contexto. Jesús hizo lo mismo al hablar de los muertos y la resurrección (Jn. 5:25-29; “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.”).
Sin embargo este texto no provee una verdadera analogía para el pasaje del Apocalipsis. Hay una diferencia de suma importancia. En el Evangelio, el contexto mismo provee las claves para la interpretación espiritual en un caso y para la literal en el otro. Con relación al primer grupo, es decir, los que "revivirán", ya ha llegado la hora. Esto aclara que la referencia es a aquellos que están espiritualmente muertos y que vuelven a la vida al oír la voz del Hijo de Dios. Sin embargo, el segundo grupo está "en los sepulcros", es decir que son los muertos físicamente. Esos muertos han de ser devueltos a la Vida. Parte de ellos experimentarán una "resurrección de vida", o sea una resurrección corporal que les llevará a una experiencia plena de la vida espiritual que ya les pertenece. El resto será revivido para una "resurrección de condenación", o sea a la ejecución del decreto del juicio divino que descansa sobre ellos porque han rechazado al Hijo de Dios y la vida que vino a traer (Jn. 3:18-36). El lenguaje de estas palabras revela que Jesús quería que sus oyentes supieran que estaba hablando de dos experiencias de "vida": una resurrección espiritual presente y una futura resurrección corporal. En Ap 20:4-6; “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.”)
No hay esa clave contextual para una variación similar de interpretación. El lenguaje del pasaje es bien claro y sin ambigüedad. No hay necesidad de interpretar cada palabra espiritualmente a fin de introducir un significado en el pasaje. Al comienzo del período Milenial, parte de los muertos resucitó; en su parte final, resucitó el resto de los muertos. El pasaje tiene un sentido perfecto cuando es interpretado literalmente. La exégesis natural e inductiva sugiere que ambos usos de ezesanl deben ser tomados en el mismo sentido, como refiriéndose a una resurrección literal. No podemos hacer nada mejor que repetir las muy citadas palabras de Henry Alford: Si en un pasaje, donde se mencionan dos resurrecciones donde ciertas psychai ezesanl (almas revivieron al principio y el resto de los nekroi ezesanl (muertos resucitaron sólo al fin de un período específico después del primero; si en tal pasaje puede entenderse que la primera resurrección significa un levantarse espiritualmente, con Cristo, mientras que la segunda significa un levantarse literalmente de la tumba, entonces se pone un punto final a todo significado en el lenguaje y se anula a la Escritura como testimonio definitivo sobre cualquier cosa.
Hay un paralelismo entre este pasaje y Dan 7:4.9; “La primera era como león, y tenía alas de águila. Yo estaba mirando hasta que sus alas fueron arrancadas, y fue levantada del suelo y se puso enhiesta sobre los pies a manera de hombre, y le fue dado corazón de hombre. Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente.”) Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos 10. El tribunal tomó asiento (NC) 22. Se dio el juicio a los santos del Altísimo Y llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino Apocalipsis 20 Y vi tronos y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Reinaron con Cristo mil años. Nuestra nota sobre la primera parte del versículo demuestra que la idea de los santos que comparten el reinado mesiánico de Cristo es algo común en el Nuevo Testamento. Sin embargo, este es el único pasaje en toda la Biblia que enseña un reinado temporal Milenial y sólo hay otro pasaje en el Nuevo Testamento que puede ser considerado como un reinado temporal de Cristo entre su parusía o manifestación de los tiempos finales.
(1 Cor 15:23-24; “Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.”)
Versículo 5. ("Pero los otros muertos no volvieron a vivir (ezesanl, resurrección), hasta que se cumplieron mil años.") Esta es la primera resurrección. La primera resurrección nos lleva al versículo 4, a las almas de los santos y mártires que volvieron a la vida. Los comentaristas generalmente reconocen que la resurrección de "los otros muertos" es la resurrección escatológica. A menudo se pone énfasis sobre el hecho de que Juan no habla de una segunda resurrección, pero eso está implícito en la declaración de que "los otros muertos no volvieron a vivir (como lo habían hecho los participantes en la primera resurrección hasta que se cumplieron mil años". De hecho, si la primera resurrección es diferente de la resurrección del versículo 5, "los otros muertos" nunca vuelven a la vida como lo hicieron los primeros. Hay dos resurrecciones implícitas en el doble uso de ezesanl y una "segunda resurrección" se describe aunque no se la titule como tal en el versículo 12, En ninguna otra parte el Nuevo Testamento enseña con más claridad una doble resurrección, aunque está implícita en pasajes como (Jn 5:29; “Y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.”) Y (1 Cor 15:24-25; “Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.”) En ninguna parte de sus epístolas, Pablo habla de la resurrección de los incrédulos; siempre se ocupa del destino de aquellos que están en Cristo. Si la primera resurrección incluye a todos los santos y mártires, "los otros muertos" incluyen a todos los que no han conocido y creído en Cristo. Su resurrección no ocurre hasta después del milenio; se describe en el versículo 12, cuando el resto de los muertos es resucitado para estar delante del trono del juicio de Dios.
Versículo 6. ("Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos.") La "primera muerte" es la muerte del cuerpo que todos los hombres han de experimentar, excepto los que estén viviendo en la parusía. La segunda muerte es la muerte eterna en el lago de fuego (v. 14; véase Mat. 10:28; “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.”) donde se contrastan la muerte del cuerpo y la del alma).
Estos bienaventurados son llamados sacerdotes de Dios y de Cristo, porque tienen acceso a la presencia inmediata de Dios y porque también comparten su reinado en su reino mesiánico (Ap 1:6; “Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”) (5:10; “Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.”). No sabemos exactamente cómo hemos de concebir su participación en el reino de Cristo. Los santos estarán con sus cuerpos resucitados, mientras que las personas que compongan "las naciones" (v. 8) estarán viviendo en su existencia natural. Muchos se han incomodado ante el pensamiento de esa mezcla de los redimidos y no redimidos. Sólo podemos sugerir que, después de la primera mañana de Pascua, Jesús en su cuerpo resucitado disfrutó de cuarenta días de relación con sus discípulos (Hec. 1:3; “A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.”). Dios tiene aún muchas maravillas en su propósito redentor. (5) La destrucción final de Satanás y la muerte (Ap 20:7-15)
Versículos 7-8; ("Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en cuatro ángulos de la tierra.") Este versículo sugiere posiblemente la razón para el reinado temporal de Cristo durante el milenio. Una ardiente cuestión teológica es la justicia de Dios en el juicio y la condenación. Pablo se ocupa de que "toda lengua se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios" (Rom. 3:19; (“Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios.”). Si bien Dios no precisa probar su justicia, Pablo se preocupa de que quede bien claro que Dios ha actuado con los hombres de tal modo que no tienen excusa (Rom. 1:20; “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.”). En este caso, aun después que Cristo mismo ha reinado sobre los hombres durante el milenio, cuando el engañador es liberado de la prisión, encuentra los corazones humanos todavía dispuestos a responder a sus seducciones. Esto revela que la raíz definitiva del pecado no es la pobreza o las condiciones sociales inadecuadas o un ambiente humano desafortunado. El milenio y la posterior rebelión de los hombres probará que estos no pueden culpar al ambiente o las circunstancias desafortunadas por su pecaminosidad: en el juicio final se demostrará que los decretos de Dios son justos. Gog y Magog son los nombres bíblicos de las naciones que se rebelan contra Dios y son hostiles a su pueblo. En (Eze 38:1; “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:”) Gog es el príncipe de la tierra de Magog y viene del norte en los últimos días para presentar batalla contra el pueblo de Dios. En el Apocalipsis, ambas palabras Representan a las naciones hostiles. Si bien el Nuevo Testamento dice poco sobre un reino mesiánico temporal, la profecía de Ezequiel tiene la misma estructura básica que Apocalipsis 20.
Los capítulos 36 y 37; describen la salvación de Israel restaurado a su tierra y bendecido con la salvación mesiánica (véase 36:24-29; “Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios. Y os guardaré de todas vuestras inmundicias; y llamaré al trigo, y lo multiplicaré, y no os daré hambre.”). La meta de la expectativa profética "vosotros me seréis por pueblo y yo seré a vosotros por Dios" (Eze. 36:28; “Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios.”) Se realiza ahora. David, el siervo de Dios, gobernará sobre su pueblo y Dios morará en medio de ellos (Eze 37:25-28; “Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será príncipe de ellos para siempre. Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y sabrán las naciones que yo Jehová santifico a Israel, estando mi santuario en medio de ellos para siempre.”). Sin embargo, la bendición del reino mesiánico no es el fin. El reino es perturbado por una guerra escatológica dirigida por Gog desde Magog (caps. 38-39) y sólo después de la victoria divina tenemos el cuadro de un nuevo orden eterno, el cual se describe en Ezequiel en términos de un templo reconstruido en la nueva Jerusalén (caps. 40-48). Esta estructura de un reino mesiánico temporal seguido por el reinado eterno de la nueva era es la misma que en el Apocalipsis.
Versículo 9. Los ejércitos del mal marchan contra el campamento de los santos y la ciudad amada como para librar batalla contra ella, pero ésta no ocurre. De Dios descendió fuego del cielo, y los consumió. La palabra para "campamento" es exactamente la de una instalación militar, pero aquí se usa como residencia de los santos. Es claro que se los describe como si tuvieran su capital en la ciudad amada de Jerusalén. No ocurre una batalla concreta; Dios interviene y destruye a aquellos que odian a su pueblo. En vista de la revelación progresiva es imposible creer como los dispensacionalistas que el templo judío ha de ser restaurado y establecer literalmente el sistema sacrificial cruento. Estos pertenecen al antiguo pacto que ya se ha cumplido (Hec. 8:13; “También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.”). Sin embargo, los santos en el milenio deben tener alguna sede, y no hay dificultad en suponer que el gobierno Milenial de Cristo tendrá un centro terrenal en la ciudad santa de la tierra santa.
Versículo 10. Nuevamente, como en la batalla de Armagedón, el énfasis en la victoria divina no es en la derrota de los ejércitos humanos que han luchado contra el Mesías y su pueblo, sino sobre la destrucción de los poderes que han estado detrás de ellos. El diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta. Esta es la destrucción final de la raíz definitiva del mal. Jesús mismo había hablado del "fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (Mat. 25:41; “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.”). El infierno no fue planeado para los hombres, sino para el demonio, pero aquellos que le siguen deben compartir su destino. “Y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.” Es imposible captar los términos concretos de este versículo. El demonio y sus ángeles son espíritus y no seres físicos; el fuego pertenece al orden material físico. Cómo un lago de fuego literal puede producir una tortura permanente a seres no físicos es imposible de imaginar. Es evidente que es un lenguaje simbólico que describe un hecho real en el mundo espiritual: la destrucción final y permanente de las fuerzas del mal que han perseguido a los hombres desde el jardín del Edén.
Versículo 11. Después de la destrucción de Satanás, Juan fue testigo del juicio final, la destrucción del viejo orden y la inauguración del estado eterno. ("Y vi un trono blanco y al que estaba sentado en él.") Esta es la preparación para el juicio final. Algunos intérpretes están sumamente interesados en el tiempo y lugar del juicio y teorizan de que hay varios juicios diferentes enseñados en el Nuevo Testamento: el juicio de las naciones para decidir cuáles entrarán al reino Milenial (Mat. 25:31-40; “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” ); el juicio de los creyentes antes de que Cristo se siente a juzgar, para que ellos reciban sus recompensas por lo que han hecho estando en el cuerpo (2 Cor 5:10; “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.”) y el gran juicio del trono blanco que es un juicio sólo de los incrédulos.
Este esquema escatológico no puede ser demostrado, sino que descansa en inferencias sin apoyo. Por ejemplo, el elemento final del juicio de las naciones no es el reino Milenial, sino la vida eterna o el castigo eterno (Mat. 25:46; “Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.”). Este es claramente el juicio final que decide el destino eterno de los hombres. El asiento de juicio de Cristo es también el asiento del juicio de Dios delante del cual deben estar todos los creyentes (Rom. 14:10; “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.”). La Escritura no está interesada primordialmente en lo que preocupa a muchos estudiosos de la Biblia, es decir, en un esquema de cronología de hechos proféticos; tales esfuerzos para presentar distintos juicios no tienen un sano apoyo bíblico. Sin embargo, el hecho del juicio está sólidamente arraigado en el pensamiento bíblico. Pablo afirma esto inequívocamente (Rom. 2:6-10; “El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego.”).
El trono es blanco para mostrar la gloria y majestad de Dios. Juan no identifica "al que estaba sentado en él", pero en el Apocalipsis generalmente Dios es el que se sienta en el trono “De delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.” Indudablemente esta afirmación revela una imaginación poética; el universo natural huye a la luz de la gloria y grandiosidad de la presencia de Dios. Pero es más que poesía; es la expresión de una importante verdad teológica. Esta declaración nos lleva a la primera anticipación del fin cuando fue abierto el sexto sello (Ap 6:1-2; “Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer.”). Se describe una gran convulsión cósmica, cuando el sol se vuelve oscuro, la leña llega a ser como sangre, las estrellas caen, los cielos se desvanecen y las montañas son sacudidas (véase nuestra nota sobre ese pasaje). Este anuncio del fin se cumple ahora en la declaración del pasaje.
Detrás de estas declaraciones hay una profunda Teología. La tierra fue creada para que el hombre morara en ella y el hombre como creación de Dios es solidario con el resto de la creación. (Isa. 45:18; “Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro.”) Por lo tanto, se describe al mundo creado compartiendo los resultados del pecado humano, encontrándose él mismo en esclavitud para decaer, gemir y sufrir como de parto hasta ahora (Rom. 8:19-22; “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora.”). El viejo orden es un orden caído, que sufre bajo la maldición de la rebelión del hombre. Por lo tanto, antes de que pueda ser establecido el nuevo orden redimido, el juicio de Dios debe caer sobre el viejo orden, pero este juicio no es de destrucción, sino el preludio de una nueva creación. El juicio de la naturaleza y la nueva creación se encuentra en los profetas del Antiguo Testamento y se describe con gran variedad de detalles, pero siempre con el mismo motivo básico. A veces el cuadro es de simple regeneración del viejo orden como si la maldición se hubiera levantado (Isa. 11:6-9; “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.”).
A veces se habla en términos de una transformación completa en un nuevo cielo y una nueva tierra (Isa. En la esperanza profética hay variedad de énfasis en la continuidad e interrupción entre el viejo y el nuevo orden; en el Nuevo Testamento, el elemento de interrupción se enfatiza mucho más que en el Antiguo, excepto en Isaías 65:6; “He aquí que escrito está delante de mí; no callaré, sino que recompensaré, y daré el pago en su seno.”) Así, Pedro anticipa una desintegración de los cielos y el derretimiento de los elementos por el fuego. Sin embargo, el fin de este juicio sobre el viejo orden no es su destrucción final, sino el nacimiento de un nuevo orden. "Esperamos... cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia" (2 Ped. 3:13; “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.”). Lo mismo es verdad en la visión de Juan. El viejo orden pasa para dar lugar al nuevo.
Versículo 12. Juan vio a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios (BJ, "del trono"). Esta declaración implica si es que no lo afirma claramente, la resurrección de "los otros muertos" (v. 5) que no experimentaron la primera resurrección. Los libros fueron abiertos... y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Juan no da más identificación de estos libros, pero la última frase sugiere que son los libros en los que han sido registradas las acciones de los hombres, tanto buenas como malas. Los libros de juicio son mencionados en Daniel 7:10. El Nuevo Testamento insiste que la justicia de Dios en el juicio final no será arbitraria, sino basada totalmente sobre las acciones de los hombres (Rom. 2:6; “El cual pagará a cada uno conforme a sus obras.”).
Los apocalipsis judíos tomaron esa idea y frecuentemente mencionan los libros en los que Dios ha guardado un registro de las acciones de los hombres (Esd 6:20; “Porque los sacerdotes y los levitas se habían purificado a una; todos estaban limpios, y sacrificaron la pascua por todos los hijos de la cautividad, y por sus hermanos los sacerdotes, y por sí mismos.”).
Es significativo que el texto no indique que ninguno fue salvo sobre la base de sus buenas obras. Esto es distinto de los apocalipsis judíos. En el Testamento de Abraham (13) dos ángeles registran los hechos de los hombres; a la derecha, las buenas obras y a la izquierda, las malas. Otro ángel sostenía balanzas en las que pesa los hechos de los hombres. Otro prueba los hechos de los hombres con fuego; si sus obras son quemadas, son llevados fuera a un lugar de castigo; si sus obras no son quemadas, son declarados justos. Otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida. Si nadie es salvo por sus obras, entonces hay otra posibilidad; el libro de la vida. Esto incluye los nombres de todos los que han creído en Cristo. La idea de un libro en el cual estén escritos los nombres de todos los justos se remonta hasta el Antiguo Testamento (Exo. 32:32-33; “Que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito. Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro.”) (Dan 12:1; “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro.“) Y aparece varias veces en el Nuevo (Luc. 10:20; “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.”) (Fil. 4:3; “Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.”) (Ap. 3:5; “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.”) (13:8; “Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.”) (21:27; “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.”).
Versículo 13. ("Y el mar entregó los muertos que habían en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno. El Hades (impropiamente traducido por algunos como "infierno" o "sepulcro" es la morada de las almas en el estado intermedio y aquí es usado en forma sinónima con la tumba (6:8). Juan no quiere decir que los muertos que han perecido en la tierra y el mar experimenten un destino diferente después de la muerte; meramente quiere afirmar que todos los muertos, de cualquier forma que hayan muerto, estaban incluidos en ese juicio final (véase la nota sobre (Ap 19:20; “Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre.”). Cuando Juan dice que el mar, la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos, evidentemente se refiere a la resurrección, aun cuando esto no es explícitamente afirmado. Ciertamente, no debemos pensar que las almas de aquellos que han encontrado la muerte ahogados permanecen en el mar hasta el tiempo del juicio. Juan simplemente quiere decir que todos los que se han ahogado, todos los que han pasado por la muerte, son reavivados para estar delante de Dios en el juicio.
Versículo 14. (Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego.") Esta declaración revela que la misma idea de un lago de fuego es una expresión simbólica. La muerte y el Hades son personificadas y descritas como si fueran echadas al lago de fuego junto con la bestia, el falso profeta y Satanás. Evidentemente, es imposible tomar esto en forma literal. Juan quiere decir la destrucción final y completa de la muerte y la tumba. Es verdad que Cristo ha "abolido", es decir, ha debilitado el poder de la muerte por su propia muerte y resurrección (2 Tim. 1:10), pero los santos todavía mueren. Todo lo que significa la vida eterna no puede ser experimentado hasta que la muerte misma sea eliminada del universo. Esta es la muerte segunda. Esta declaración tiene en mente el versículo siguiente. La idea de una muerte segunda para la muerte no tiene mucho sentido. La mente de Juan se mueve de la destrucción de la muerte al juicio de los malvados.
Versículo 15. (“Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”) Por lo visto, nadie fue salvo por las obras, o sea sobre la base de las buenas cosas que hubiera hecho y que estaban registradas en los libros (v. 12). La salvación se encuentra sólo por medio del Cordero de Dios. Esto concuerda con la enseñanza de Pablo de "no hay justo, ni aun uno" (Rom. 3:10) y que la justificación se logra no por las obras de justicia sino sólo por la fe en Cristo.
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