El arrepentimiento genuino produce un cambio de conducta
Teólogo. Cruz Monasterio
Tema: El arrepentimiento genuino produce un cambio de conducta
Texto: (Mat. 4:17; “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”)
Introducción y Desarrollo
No hay convicción de arrepentimiento en el mundo porque no hay conocimiento de Dios en la tierra. (Oseas. 4:1; “Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra.”)
El arrepentimiento bíblico abandona el libre Albedrío (o sea el pecar deliberadamente. El libre Albedrío: Es la capacidad de una persona para actuar según su propia voluntad y elección.), en cambio el creyente rinde su voluntad a Cristo.
Prueba de esto, podemos observar simplemente el tipo de mensaje de arrepentimiento que caracterizaba a los profetas del Antiguo Testamento hacia el impío de esos tiempos. Los profetas predicaban a los impíos para que renunciaran a sus malos pensamientos (Por ejemplo, Isaías 55:7; “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.”). Tenemos el ejemplo del mas grande de los profetas; Juan el Bautista y su predicación recogida en el evangelio de Mateo. (3:1-2 y 7 al 10; “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.”). También los profetas del A.T., les instruían que se volvieran de su maldad y que practicaran “el derecho y la justicia.” (Eze. 33:19; “Y cuando el impío se apartare de su impiedad, e hiciere según el derecho y la justicia, vivirá por ello.”), y además pronunciaban que se apartaran de sus perversos caminos como fue el caso de Jonás a la ciudad de Nínive. (Jonás. 3:10; “Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.”). Como tal, el mensaje de Dios no ha cambiado, el arrepentimiento genuino resultará inevitablemente en un cambio de conducta tanto como lo fue en el Antiguo Testamento, como lo es en el Nuevo Testamento.
Observemos un ejemplo más del Antiguo Testamento con Isaías. El profeta identificó el fruto del arrepentimiento para la corrupta nación de su época: (Isa. 1:16-17; “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.”). Se observa la progresión en una lista así: el arrepentimiento comienza internamente con la santificación y, a continuación, se manifiesta en las actitudes y las acciones justas. En otras palabras, habrá un cambio sincero en la conducta propia. (Hec. 3:19; “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.”)
La persona que se ha arrepentido genuinamente dejará de hacer el mal y empezará a vivir con rectitud. Cuando no hay diferencia observable en la conducta, no puede haber confianza alguna de que se haya producido el arrepentimiento. (Mat. 3:8; “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento.”) (1 Jn. 2:3-6; “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.”) (3:17; “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?”)
Conclusión
El Arrepentimiento debe ir acompañado de Humildad. (Stg. 4:9-10; “Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.”)
El impío debe confesar su arrepentimiento. (Job. 33:27; “El mira sobre los hombres; y al que dijere: Pequé, y pervertí lo recto, Y no me ha aprovechado.”)
El arrepentimiento debe confesarse en oración sincera. (Hec. 8:22; “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón.”)
El pecador debe hablar con los ministros y exponer en una conversación su arrepentimiento. (Hec. 26:20; “Que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.”)
El arrepentimiento debe venir a nuestras vidas por devoción. (2 Cor. 7:11; “Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.”)
Hombres que se arrepintieron genuinamente. El rey David. (Sal. 51:1-4; “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio.”)
El hijo prodigo. (Luc. 15:17-24; “Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.”)
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