Jesucristo es el Eslabón o Piedra Angular para conocer a Dios





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                                               Estudio Bíblico

        
                 Jesucristo es el Eslabón o Piedra Angular para conocer a Dios


          Autor
          Teólogo: Cruz Monasterio


                                         Estudio Bíblico

Tema: Jesucristo es el Eslabón o Piedra Angular para conocer a Dios

Texto:Para ustedes los creyentes, esta piedra es preciosa; pero para los incrédulos, la piedra que desecharon los edificadores ha llegado a ser la piedra angular.” (1 Ped. 2:7).

Introducción

¿Qué es un eslabón?: Es cada uno de los Anillos o elementos que forman una cadena. Los Eslabones de una cadena como tal son normalmente metálicos. 
¿Cuál es el significado en la Biblia de la palabra  Piedra Angular?

Piedra Angular O piedra base: Se deriva de la primera piedra en la construcción de una base de una cimentación de albañilería importante, ya que todas las otras piedras se establecerán en referencia a esta piedra, lo que determina la posición de toda la estructura.

También se refiere, en una edificación, a la piedra, usualmente de gran tamaño, que se colocaba en una esquina para darle rigidez, al sostener o unir dos grandes lienzos de muro.



La piedra que desecharon los edificadores Ha venido a ser cabeza del ángulo. (Sal. 118:22).

Estas citas Bíblicas son mencionadas seis veces en el Nuevo Testamento. “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.”  (Mat. 21:42). ¿Ni aun esta Escritura habéis leído: La piedra que desecharon los edificadores, ha venida a ser cabeza del ángulo.” (Mar. 12:10). “Y Él mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores, ésta vino a ser cabeza del ángulo?” (Luc. 20:17).

Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.” (Hec. 4:11).

edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo.” (Efe. 2:20).  

Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo.” (1 Pedro 2:7).

Por su símil, a veces se reconoce como "piedra de fundación" y símbolo de Cristo, a quien el apóstol Pablo se refirió como la "cabeza angular" o lapis angularis: la "Piedra angular de la Iglesia" (Efesios, 2:20).

División

Desde los días del fiel Abel: Los siervos de Dios habían esperado con anhelo la Descendencia profetizada en el Protoevangelio dicha por Dios en los libros de Génesis caps. 3 verso 15 y cap. 4 versos 1 al 8; Hebreos. 11 verso 4. Se les había revelado que esta descendencia seria el Mesías o el “Ungido,” que cumpliría el propósito de Dios.

Él acabaría con el pecado, y las glorias de su reino, fueron escritas en el libro de los Salmos como capítulos proféticos y el libro del profeta Daniel. (Sal. 72:1-20; Dan. 9:24-26).

El pueblo Judío estaba en ese tiempo en expectativa: ¿Pero quién resultaría ser el Mesías? Cuando leemos el Evangelio según san Juan cap. 1 verso 41. Imaginamos la emoción que sintió un joven llamado Andrés cuando escuchó a Jesús de Nazaret; corrió a buscar a su hermano Simón Pedro y le dijo: “Hemos hallado al Mesías.” Los discípulos de Jesús estaban convencidos de que aquel era el Mesías prometido. (Mat. 16:16). Y los cristianos verdaderos han estado dispuestos a dar la vida por su convicción de que Jesús efectivamente fue el mesías de las profecías; es decir el Cristo.

¿Pero cuál ha sido el argumento de ellos?

Analicemos las pruebas

1) Su existencia prehumana: La vida de Jesús está compuesta por tres etapas. La primera empezó mucho antes de su nacimiento en la tierra. Miqueas cap. 5 verso 2. Dice que el origen del Mesías era de tiempos ancestrales, desde los días de tiempos indefinidos. Y Jesús específico que había venido de las regiones de arriba; es decir, del cielo. (Jn. 8:23; 16:28).

¿Por cuánto tiempo había existido el Señor en el cielo antes de venir a la tierra? “Jesús fue llamado el Hijo unigénito de Dios, el primogénito de toda creación. El Padre y el Hijo, juntamente con el Glorioso Espíritu Santo se dieron a la tarea de crear las demás cosas. (Col. 1:15-16; Ap. 3:14). Juan cap. 1 verso 1 dice: Que el Verbo en su existencia prehumana estaba con Dios, “en el principio.” De modo que estaba con Dios en el tiempo de la creación de los cielos y la tierra.

Y fue al Verbo y al Espíritu Santo a quien el Padre se dirigió cuando dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen según nuestra semejanza. (Gen.1:1 y 26). Por ello, el Verbo tiene que haber sido el amado Carpintero y Maestro identificado en Proverbios cap. 8 versos 22 al 31, como la sabiduría personificada, que trabajo al lado del Padre  en la creación de todas las cosas. De modo que antes de llegar a ser hombre en la tierra, el Verbo ya había estado con el Padre en el cielo desde tiempos inmemoriales.

No es de extrañar que en Colosenses cap. 1 verso 15, se diga que Jesús es la imagen del Dios invisible: Después de tener una relación tan estrecha por tanto tiempo, el obediente Hijo llegó a ser como su Padre. Esta es otra razón por la que Jesús es el eslabón y la piedra Angular que lleva al conocimiento de Dios. Todo lo que Jesús hizo cuando estuvo en la tierra es exactamente lo que Dios habría hecho.

Por consiguiente: Cuanto más conozcamos a Jesús, mayor será nuestro conocimiento de Dios. “Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.(Jn. 8:28) “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?
¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.” (Jn. 14:8-10).
Evidentemente es de vital importancia que aprendamos más acerca de Jesucristo.

2) Su vida en la tierra: La segunda etapa de la vida de Jesús trascurrió aquí en la tierra. Él aceptó de buen agrado que Dios transfiriera su vida del cielo a la matriz de una devota mujer virgen judía llamada María.

El Poderoso Espíritu Santo: Cubrió  con su sombra a María, haciendo que concibiera y con el tiempo diera a luz a un niño perfecto. (Luc. 1:34-35). Jesús no heredó ninguna imperfección, pues su vida procedía de una fuente perfecta. Se crió en un hogar humilde como hijo adoptivo del carpintero José, y fue el primero de varios hijos en la familia. (Isa. 7:14; Mat. 1:22-23; Mar. 6:3). Con tan solo 12 años de edad, ya mostraba su profunda devoción a Dios. (Luc. 2:41-49).

Al llegar a adulto y emprender su ministerio, a la edad de 30 años, Jesús también demostró su profundo amor al prójimo. Cuando el Espíritu Santo de Dios lo doto para obrar milagros, Sanidades a cojos, ciegos, sordo mudos, leprosos y otros enfermos. (Mat. 8:2-4; 15:30).

Alimento a miles de personas hambrientas. (Mat. 15:35-38). Calmo una tormenta que ponía en peligro la vida de sus discípulos. (Mar. 4:37-39). Hasta resucitó a muertos. (Jn. 11:43-44). Estos milagros son hechos históricos bien documentados. Incluso los enemigos de Jesús reconocieron que ejecutaba muchas señales. (Jn. 11:47-48). Jesús viajó por toda su tierra natal, enseñando a la gente acerca del reino de Dios. (Mat. 4:17). También nos dejó un extraordinario ejemplo de paciencia y comprensión.

Cuando sus propios discípulos le fallaron, fue comprensivo y les dijo: “el espíritu a la verdad está dispuesto pero la carne es débil.”  (Mar. 14:37-38). No obstante, Jesús denuncio con valor y fuerza a los que despreciaban la verdad y oprimían a los pobres. (Mat. 23:27-33). Sobre todo demostró a la perfección el amor de su Padre reflejado en él, y hasta estuvo dispuesto a cumplir el motivo por el cual fue enviado a la tierra; a sufrir y a morir, para que la humanidad imperfecta tuviese una esperanza en cuanto al futuro. Es lógico pues, que nos refiramos a Jesús como el eslabón y la piedra angular que nos lleva al pleno conocimiento de Dios.

3) Pruebas de que Jesús es el Mesías: El linaje de Jesús es la primera prueba que lo identifica como el Mesías prometido. Jehová Dios le había dicho a su siervo Abraham que la Descendencia prometida procedería de su familia. A Isaac hijo de Abraham, Jacob hijo de Isaac y Judá hijo de Jacob, se les hizo la misma promesa. (Gen. 22:18; 26:2-5; 28:12-15; 49:10). Siglos después el linaje del Mesías se concretó aún más cuando se le dijo al rey David que sería descendiente suya. (Sal. 132:11; Isa. 11:1-10). Los evangelios de Mateo y Lucas confirman que así fue. (Mat. 1:1-16; Luc. 3:23-38).

El linaje de Jesús era del dominio público, y aunque tuvo muchos enemigos acérrimos, ninguno de ellos puso en tela de juicio su ascendencia. (Mat. 21:9-15).

Su linaje es obviamente incuestionable: Sin embargo, las genealogías de los judíos fueron destruidas cuando los romanos saquearon Jerusalén, en el año 70 e. C. A partir de entonces nadie que afirmará ser el Mesías podría demostrarlo.

Las profecías cumplidas son otra prueba: En las Escrituras Hebreas hay muchísimas profecías sobre diversos aspectos de la vida del Mesías. En el siglo VIII a. e. C., el profeta Miqueas profetizo que este gran gobernante nacería en una aldea insignificante llamada Belén. Aunque en Israel había dos lugares con ese nombre, la profecía especificó cuál sería: Belén Efrata, donde había nacido el rey David. (Miq. 5:2). José y María, los padres de Jesús, residían en Nazaret, a unos 150 kilómetros al norte de Belén. No obstante, cuando María estaba embarazada de Jesús, el gobernante romano César Augusto ordenó que todos sus súbditos se censaran en sus ciudades de origen. Así que José y su esposa tuvieron que desplazarse a Belén para cumplir con el empadronamiento y allí naciera Jesús. (Luc. 2:1-7).

En el siglo VI a. e. C. el profeta Daniel profetizo que 69 semanas después de darse la orden de restaurar y reedificar Jerusalén se presentaría el “Mesías.” (Dan. 9:24-25). Cada una de estas semanas fue de siete años de duración. De acuerdo con la Biblia y la Historia, la orden de reedificar a Jerusalén se emitió en el año 455 a. e. C. (Neh. 2:1-8). De modo que el Mesías se presentaría 483 años después. (69 veces 7). Eso nos lleva al año 29 e. C., justo el año en que Jehová ungió a Jesús con el Espíritu Santo. De este modo Jesús llegó a ser el “Cristo,” que significa el Ungido o Mesías. (Luc. 3:15-16-21-22).

No obstante, como se había profetizado en las Santas Escrituras, no todos aceptaron a Jesús como el Mesías prometido. En el Salmo cap. 2 verso 2, se recogen las siguientes palabras que el rey David escribió por inspiración divina: Los reyes de la tierra toman su posición, y los altos funcionarios mismos se han reunido en masa como uno solo contra Jehová y contra su Ungido. Esta profecía da a entender que gobernantes de más de un país se unirán para atacar al Ungido de Jehová en el futuro Escatológico. (Ap. 11:18).

El testimonio de Jehová Dios es la tercera prueba de que Jesús fue el Mesías prometido: Jehová envió a sus ángeles para que la gente supiera que Jesús era el Mesías prometido. (Luc. 2:10-14). Incluso hablo desde el cielo durante la vida terrestre de Jesús y expresó que este contaba con su aprobación. (Mat. 3:16-17; 17:1-5). Jehová le dio el poder para hacer milagros. Cada uno de estos milagros constituía una indicación más de que Jesús era el Mesías, pues Dios nunca hubiera dado a un impostor poder para obrar milagros. Jehová también utilizó su Espíritu Santo para inspirar los evangelios, de modo que la evidencia de que Jesús era el Mesías formó parte de la Biblia, el libro que se había traducido a más idiomas y que más distribución ha recibido en toda la historia. (Jn. 4:25-26)

Conclusión

1 Corintios 3:11: Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.

Hechos 4:10-11: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.  Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.

Debemos edificar la iglesia entronando el nombre de Dios en cada cosa que hagamos, porque Jesús lo es todo, porque es la piedra angular, el principio y el fin, el alfa y el omega. Nosotros somos edificadores de lo que Dios quiere hacer en esta nación y Dios es el arquitecto, Él tiene los planos y Jesús es la piedra principal.

Jesús es dispensador de gracia en este mundo, porque el universo fue hecho por Él. Jesús es superior a cualquier sacerdote y a un ángel. Es importante colocar nuestra mirada en Jesús que es el Autor y consumador de la Vida y no en los hombres.

Dios tiene muchas maneras de hablarte, puede ser a través de otras personas o directo a tu corazón. Hay un cambio de época, porque ahora Dios habla por medio de Jesús siendo Él la voz profética para este tiempo. "Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía." (Ap. 19:10).