En la Reflexión cristiana, vamos a estar hablando acerca de ¿Aparece en la bíblica la enseñanza de “una vez salvo, siempre salvo”? Esta es una doctrina falsa y la Biblia dice, no solo a través de Jesús, sino también del Apóstol Pablo, cómo puedes perder la salvación eterna. "Una vez salvo, siempre salvo" no es bíblico. Leemos estos pasajes en contexto: (2 Pedro 3:17-18; “Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.”). La respuesta que da la Biblia es ejemplerizante. Una persona que se haya arrepentido y aceptado a cristo es salva por haber demostrado fe en Jesús, pero pudiera perder esa fe, y por lo tanto, la salvación. La Biblia dice: “Luchemos tenazmente por la fe”; eso quiere decir que mantenerse fiel requiere un gran esfuerzo. (Jud. 3-5; “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.”).
A los primeros cristianos que ya habían aceptado a Cristo se les dijo: (Fil. 2:12; “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor.”) Nos vamos a apoyar en algunos Textos bíblicos que prueban que la enseñanza de “una vez salvo, siempre salvo” es Falsa. (Gal. 5:19-21; “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.”).La Biblia nos advierte de que los pecados graves impiden que heredemos el Reino de Dios. (1 Cor. 6:9-11; “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”) Si la salvación no se pierde, estas advertencias no tendrían ningún sentido. La Biblia muestra que alguien que ha obtenido la salvación puede apartarse del Señor y cometer un pecado grave. Por ejemplo, (Heb. 10:26-27; “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.”) (Heb. 6:4-6; “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.”) (2 Ped. 2:20-22; “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.”)
Jesús destacó la importancia de mantenerse fieles cuando se comparó a sí mismo con una vid y comparó a sus seguidores con las ramas de esa vid. Por un tiempo, algunos de ellos demostrarían por sus frutos o acciones que tendrían fe en él, pero más tarde dejarían de tener fe y serían desechados como una rama que no tiene fruto, así que perderían la salvación. (Jn. 15:1-6; “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.”). El apóstol Pablo usó un ejemplo parecido cuando dijo que el cristiano que no se mantuviera fiel sería “Podado” (Rom. 11:17-22; “Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.”).
(Ap. 2:10; “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.”). Los cristianos del primer siglo se alegraron mucho cuando se enteraron de que sus hermanos seguían siendo fieles. ¿Sería razonable que la Biblia le diera tanta importancia a mantenerse fieles, y los que no permanezcan fieles también pudieran ser salvos igualmente? El apóstol Pablo no pensó que tenía la salvación asegurada hasta que no estuvo al borde de la muerte. (2 Tim. 4:6-8; “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”). Anteriormente había reconocido que podía perder la salvación si se dejaba llevar por los deseos carnales. Él escribió: “Aporreo mi cuerpo y lo conduzco como a esclavo, para que, después de haber predicado a otros, yo mismo no llegue a ser desaprobado de algún modo” (1 Cor. 9:27; “Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.”) (Fil. 3:12-14; “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”).
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